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38 SEGURITECNIA Julio-Agosto 2014 Opinión celi y, alguien, acudía a cierto lugar de Fe, confiado en que su plegaria sería es- cuchada. Transcurre el verano y en diciembre Javier aparece en el ágape promovido por Seguritecnia . Ha salido victorioso. Muestra desperfectos, alguna vela ras- gada por la tempestad, cabos y drizas para sustituir, pero sin importancia; el tiempo, la fe, su familia, han ayudado a la restauración. A día de hoy, todo ha quedado recompuesto, en perfecto es- tado, por eso estamos aquí, para acom- pañarle en esta su “comida”, a quien tantas muestras de cariño y amistad ha prodigado a los demás a lo largo de su existencia. Sentado a la mesa, observo a otros comensales cercanos. Cuánta juven- tud agostada se expone ante mis ojos. Junto con Javier, la mayoría estamos con los pies sumidos en la orilla de nuestros días, procurando estrujar el tasado tiempo del que disponemos, el cual, de manera inexorable, camina sin cesar, se agota tras lo vivido; nunca tuve conciencia de encontrar la verdad y mucho menos haberla poseído. Gran parte de la concurrencia estamos pre- parados para embarcar y ser llevados de vuelta, con el alma cansada, entre ti- tubeos de triunfos o fracasos, a disfrutar del merecido sosiego en la acogedora y cálida arena de la playa. La pitanza resulta divertida, emotiva, alegre, plena de evocaciones atrayen- tes con personas queridas, nos abraza- mos de modo amistoso, lucimos nues- tras mejores expresiones porque los recuerdos son gratos y los que no lo fueron se nos han olvidado, sólo reci- ben una mueca. La reunión de ami- gos, convocada por Javier Borredá a tí- tulo personal, para cuantos se interesa- ron de modo reiterado por su persona, sale agradable, como interesante son las entrañables palabras pronunciadas en los discursos, que me hacen recapa- citar. Pensaba, si pudiese reclamar algo, pedir que nadie despoje de la risa diaria a los jóvenes; ellos lo entenderán, saben que son nuestro relevo, conocen que el tiempo poco a poco nos deja sin des- tino, perdemos los bártulos en el largo viaje de la vida, éstos no han de acom- pañarnos. Vaya desde estas líneas mi gratitud por la invitación, por los momentos de felicidad pasados junto a los amigos. Aunque nos veamos de tarde en tarde, no existe el olvido. Sugiero que se ins- titucionalicen este tipo de encuentros con el fin de poder continuar sonriendo, demostrando el afecto que comparti- mos las viejas glorias y derramar este es- píritu de camaradería del sector entre los jóvenes, llamados a la ineludible y necesaria sucesión. Amén. S C omo cada mañana, tras el pa- seo acostumbrado, senté mis reales frente a la computadora. Entre la diversidad de correos electró- nicos recibidos, llamó mi atención uno de Javier Borredá. Me invitaba a comer en un restaurante de El Pardo, localidad próxima a Madrid. Sin mayores indaga- ciones, mi respuesta fue afirmativa: “allí estaré”. Así quedó la cosa. En la fecha señalada, hice acto de presencia en el propuesto estable- cimiento. Mientras aguardaba la lle- gada de Javier, pude verificar cómo iban apareciendo en pequeñas olea- das conocidos y amigos entrañables de toda la vida. Sin poder soportar por más tiempo la curiosidad, me acerqué, sin discreción alguna, a un grupo de compañeros para sonsacarles a qué era debido aquel acto gastronómico. Con sonrisitas, me indicaron que se feste- jaba el cumpleaños de Javier. Sentí gran alegría por compartir la celebración de su primer aniversario, pues, tiempo atrás, nuestro amigo sostuvo el desafío con el peor temporal jamás sostenido en el mar de la vida; hubo de navegar por las procelosas aguas de la enferme- dad, padecer borrascas de sufrimiento e intensas galernas de angustia. Entretanto, Seguritecnia , la revista lí- der incuestionable en el sector de la Se- guridad Privada en España, la niña de sus ojos, era patroneada con éxito por Ana Borredá. El conjunto de la tripula- ción reflejaba el ansia, engendrada por la pesarosa espera; se contaban los se- gundos a diario, para recibir, al tiempo que transmitir, las noticias del estado de salud de Javier. A la par, alguno de sus amigos elevaban sus preces al Altí- simo, otros, oraban al Cristo de Medina- Pensaba pedir que nadie despoje de la risa diaria a los jóvenes; ellos lo entenderán, saben que son nuestro relevo Antonio Ávila Chuliá Divina palabra: amistad “No esperes que tu amigo venga a descubrirte su necesidad, ayúdale antes.” Luis Vives

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