Seguritecnia 331

ARTÍCULOTÉCNICO SEGURITECNIA 17 Junio 2007 a otros, o que nos han explicado, nos sirvan de refe- rentes en nuestras pautas de actuación. En esta didác- tica el formador se convierte en elemento fundamental, puesto que debe estar capacitado, para evitar la fanta- sía, la banalidad, la imprecisión y/o la falta de adapta- ción a la problemática de las emergencias, ya que de no ser así, la sesión formativa se distanciaría considerable- mente del objetivo formativo planificado. El formador debe canalizar y objetivar las asociaciones mentales que realizarán los alumnos con sus imágenes memori- zadas de edificios en llamas, personas que se lanzan al vacío, multitudes descontroladas... Conductas de actuación en situaciones de emergencia Profundizando en la conducta de las perso- nas cuando estamos inmersas en un co- lectivo, como puede ser una organi- zación o un departamento de éstas, cabe destacar el trabajo de Darley y Latané (1968) que confirmaron que cuanto mayor es el colectivo que consideramos que formamos parte, menor es grado de rapidez y colaboración ante una emergencia de tipología médica. Estudios como Estas circunstancias nos demuestran el poder que ejercen las conductas del resto de personas que confor- man un colectivo sobre el individuo. Por ejemplo, ima- ginemos que es la primera vez que subimos a un avión y durante el vuelo hay turbulencias. Si comprobamos que el resto del pasaje no se altera, entenderemos que esa situación se encuentra dentro de la normalidad. Pero imagínense ese mismo vuelo con todo el pasaje de novatos aéreos: la tensión y el nerviosismo de todo el colectivo serán extremos, ya que las emociones son ex- tremadamente contagiosas. Se intensifican las reaccio- nes de las personas, la conducta de cada persona se de- riva en un estímulo mayor para el resto, generando un efecto de “bola de nieve”. En una emergencia el espacio privado se puede reducir a la mínima expresión, aspecto que permite explicar la presencia de agresiones o pánico. Personas accidentadas Otra ref lexión que provoca una baja participación para ayudar a perso- nas accidentadas, es la creencia que existe una adecuación entre lo que un individuo hace y lo que le sucede. La gente tiende a creer que obtienen lo que se merecen. Pueden llegar a conven- cerse que un conductor accidentado fabricó su propia desgracia por su conducción temeraria. Razo- namientos de este tipo ratifican que la FPA posee una marcada dimensión psicosocial. Ante una situación de peligro común, el personal de una organización se desintegra y se trasforma en una masa de gente en situación violentamente competitiva (Ovejero, 1997). La diferencia primordial que hace que esa masa sufra pánico o no es la competencia por un recurso que en ese momento se estime como escaso, como puede ser número de salidas de evacuación o el último bote salvavidas. Por ejemplo, cuando la gente se considera atrapada, como desastres en subterráneos o submarinos, en donde una conducta competitiva no le sirve de nada para salir de esa situación, las personas difícilmente generan pánico y muchas veces se resig- nan a su destino. La relevancia de la potencial existencia de pánico en un colectivo reside en que cuando existe una de sus consecuencias es la desintegración de conductas de cooperación (Mintz, 1951). Tendremos presente que cuando unas pocas personas adoptan conductas no cooperativas, dinamitan las bases de la cooperación de todos los demás. El pánico se debe más a la perdida de cooperación, que al miedo o al peligro. La FPA realiza una articulación óptima entre el desarrollo de nuevas competencias y los elementos de seguridad activa y pasiva” éste ponen de relieve no sólo la necesidad de existen- cia de equipos de primera intervención o con potestad y conocimientos en primeros auxilios, ya que la difu- sión de responsabilidad sobre este tipo de emergencias, la justificación que “otros tampoco hicieron nada”, el miedo de que su intervención sea catalogada como es- túpida o inapropiada por el resto del colectivo, junto con el temor que al actuar lo hagamos erróneamente, hacen que exista una baja actuación de las personas. La presencia de otras personas que no hacen nada rease- gura a la persona que su preocupación por el estado de la víctima carece de fundamento. La indecisión, moti- vaciones conf lictivas y presiones sociales permiten ex- plicar la inoperatividad ante una situación de emer- gencia. Debemos desestimar que es debida a una sim- ple apatía.

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