Seguritecnia 332
ACTUALIDAD SEGURITECNIA 111 Julio - Agosto 2007 que “decoran” sus celdas con graffitis y muescas fetichis- tas alusivas al número de víctimas (gran profusión de ca- laveras, escenas violentas sexuales, simbología de la res- pectiva Mara, arañas, lágrimas y tumbas góticas con el nombre de cada asesinado cinceladas macabramente a conciencia). Especialmente estremecedores son los testimonios proyectados en el vídeo que completa la exposición en una sala contigua, donde distintos pandilleros descri- ben en primera persona y con naturalidad, atrocidades internas periódicas, como el sacrificio mortal comuni- tario de una chica, también miembro, con 13 puñala- das (número esotérico de la Mara), consumiendo pos- teriormente su sangre en grupo, práctica criminal con reminiscencias satánicas. “Las Fuerzas de Seguridad Españolas deben seguir atentas la evolución de este fenómeno para que no llegue a España” Fenómeno sin fronteras La aparición de este fenó- meno que no conoce fron- teras, desde su aparición en los años sesenta en Estados Unidos (100.000 componen- tes ) vía inmigración ilegal desde los países de origen, avanza imparable: Perú, Méjico, Ecuador y otros países hispa- noamericanos (70.000 en El Salvador, Guate- mala y Honduras según distintas fuentes po- liciales locales e internacionales ). Solamente la autode- nominada “Mara Salvatrucha”, una de las más cruentas, cuenta con más de 30.000 miembros. Las Fuerzas de Seguridad Españolas deben seguir atentas la evolución para prevenir que fenómenos de esta envergadura no lleguen a España, como otras ban- das peligrosas importadas de las mismas latitudes: Latin King, Ñetas y otros que ya están aquí, son una realidad para la seguridad ciudadana y objeto de alarma social cierta para la población. Los primeros casos por asesi- nato ya están hoy en los tribunales españoles. Pero lo peor, si no se remedia, está por llegar. Con la globalización y el desarrollo en los transportes ya no hay distancias, los f lujos migratorios clandestinos ma- sivos y la ausencia de controles aduaneros eficaces, ha- cen que las fronteras sean porosas y vulnerables. Así, todo es posible. La muerte siempre presente de una u otra forma, la vida al límite o, como dicen ellos mis- mos, “la vida loca”, “por mi ma- dre vivo, por el barrio muero” tatúan bien sus referentes pri- marios ligados al grupo, al con- trol violento de las cal les. Una vivencia endogámica y sectaria, incluso en sus hábitos: ceremonias de admisión a los clanes brutales y rituales (soportar palizas, asesinar a miembros rivales, sumisión sexual para ellas) e imposi- bilidad de abandono voluntario tras el ingreso. Afirma- ción del yo con la pertenencia y práctica de la delictivi- dad grupal con homicidios, atracos, secuestros, repre- salias, consumo y tráfico de drogas, empleo de armas blancas, de fuego y a veces de guerra procedentes de sus connivencias con las guerrillas. Esa nueva identi- dad, en sentido estricto, se asume con la adquisición de gestos característicos compartidos, adopción de una jerga propia, motes y nuevos roles estrictamente jerár- quicos. Esa garantía de impunidad y solidaridad frater- nal criminal que la Mara dispensa a sus miembros. En definitiva, señuelos tremendamente atractivos para jó- venes de la calle, antisociales y desestructurados, que frecuentan ambientes marginales. En algunas zonas se han detectado ingresos de menores, con tan sólo once años, en estos grupos del crimen organizado. Maras. La cultura de la vio l encia. Fotograf í as de Isabel Muñoz
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