Seguritecnia 367
40 SEGURITECNIA Septiembre 2010 Seguridad en espacios abiertos millación social; temor por su vida y la de su familia y sentimiento de vulnera- bilidad que provoca estados de angus- tias, desconfianza, inseguridad indivi- dual y social. Toda esta sensación de inseguridad se incrementa en tanto que la víctima no recibe respuesta a su situación indivi- dual, familiar y social por parte de las ins- tituciones encargadas de su protección. Ello, asociado a la impunidad del delin- cuente, crea estrés y conmoción en la victima y su familia. Si se asume que una de cada cien per- sonas ha sido objeto de un hecho delic- tivo dentro de su propia vivienda, que casi un tercio de ellos lo han sido más de una vez y que el 10 por ciento han sido tratado violentamente, habría que su- gerir una conclusión preliminar: la expe- riencia vivida tiene un peso concreto y relevante en el proceso de construcción del miedo basado en la inseguridad y los riesgos de afectación. Quiero hacer especial hincapié en los trabajos de Oscar Newman 10 que es, den- tro del marco teórico que se presenta, quien más ha aportado en mi trabajo de organización dentro del entorno de la urbanización. Oscar Newman, en su trabajo sobre los espacios defendibles, desarrolla una teoría en la década de los 70 en la que, basándose en el estudio de la ciudad de Nueva York, llega a la conclusión de que dependiendo de la forma de construc- ción y de la organización y aprovecha- miento del espacio se puede ocasionar un mayor o menor índice delincuencial. Tal y como define Newman el espa- cio defendible es un término utilizado para describir un entorno que, “por sus características de diseño y en función de la creación de un plan de actuación para permitir que sus propios habitan- tes se conviertan en protectores de su propia seguridad” se cree un espacio donde la sensación de seguridad sea manifiesta. La idea es que el crimen y la delin- cuencia se puedan controlar y mitigar mediante el diseño ambiental. Cuatro factores hacen que un espacio sea defendible: ▪ Víctima que consiente libremente: víctima voluntaria, a diferencia de la deseosa, no toma generalmente parte activa en la comisión de la infracción, pero, aunque no se decide, tampoco hace objeción, no se resiste, no se de- fiende o no impide que la infracción se lleve a cabo. ▪ Víctima sin consentimiento: el hecho de que la infracción tenga lugar sin el consentimiento de la víctima no sig- nifica, necesariamente, que la víctima no haya favorecido la comisión de la in- fracción y que, por lo tanto, se le pueda excluir de toda responsabilidad. Además, propone otra clasificación com- puesta por cinco tipos básicos y varias subclasificaciones: ▪ Víctima no participante: rechaza al ofensor y la ofensa, no contribuye al origen de la agresión. ▪ Víctima latente o predispuesta: en la que se puede encontrar cierta inclina- ción a ser víctima, por defectos de ca- rácter o por otros factores. ▪ Víctima provocativa: incita al criminal a cometer la acción, creando una situa- ción que pueda conducir al crimen. ▪ Víctima participante: interviene en el crimen adoptando una actitud pasiva o facilitando la acción o, aun, auxiliando al criminal. ▪ Víctima falsa: es la presunta víctima de un crimen cometido por otra persona, o que ha sido víctima de sus propias acciones. Atendiendo a la realidad de la victima, quedaría por hacer una recesión sobre la relación entre víctima/miedo en el en- torno de urbanizaciones. Para esto me baso en el estudio de Marchiori 9 (1984) que nos dice: “toda victimización produce una disminución del sentimiento de seguridad individual y colectivo, porque el delito afecta pro- fundamente a la victima, a su familia y a su comunidad social y cultural.” En tal sentido, se han observado en las vícti- mas del delito los siguientes rasgos y condiciones: daño en su persona o en sus pertenencias; sufrimiento a causa de la acción delictiva; sensación de hu- lógica, social o demográfica. Según esta teoría, existen áreas, lugares y horas en los que se acumulan los problemas co- incidiendo con unas mejores oportuni- dades de cometer delitos. F. Asher 6 des- cribe el riesgo en lugares socialmente cerrados, señalando que el riesgo es un concepto moderno que debe diferen- ciarse del peligro. Según los estudios realizados, ya con carácter específico, por el Departa- mento de Seguridad de la entidad, den- tro del ámbito de la propia urbaniza- ción las franjas horarias de mayor posi- bilidad de que ocurran incidencias de robo en viviendas en la urbanización de La Moraleja es entre las 18,00 y las 02,00 horas en días de diario. Los atracos y ro- bos con violencia se producen a partir de las 23,00 horas y en periodos de vier- nes y sábados, coincidiendo con la sa- lida de restaurantes. Cisneros y Zubillana 7 , afirma que: “el miedo a ser víctima de delito surge como producto de un proceso de construcción social a través de dos di- mensiones; la vivencial y la comunica- cional-discursiva”, encontrando en sus investigaciones que no hay una corres- pondencia total entre la ocurrencia real de hechos delictivos y el miedo exacer- bado a ser víctima. La primera resulta de la experiencia misma del hecho, y es el elemento de máxima verosimilitud. La segunda im- plica el acceso a las narraciones sobre he- chos acontecidos dentro de la conversa- ción cotidiana y a través de las noticias de los medios de comunicación en la cons- trucción del sentimiento de inseguridad a partir de la relación discurso-poder. Abdel Ezzat Fattah 8 divide a las vícti- mas en aquellas que no tienen ninguna responsabilidad y en las que tienen una parte de la responsabilidad en la infrac- ción, pudiéndose clasificar estas últimas en tres categorías: ▪ Víctima deseosa o suplicante: la que desea el acto delictivo y hace todo lo posible por incitar a la gente a come- terlo; pide, suplica y presta su ayuda e in- cluso asistencia para facilitar la ejecución del acto (menores que piden alcohol, eutanasia solicitada, aborto pedido, etc.).
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