Seguritecnia 373
38 SEGURITECNIA Marzo 2011 SEGURIDAD EN MONTAÑA años; y solo por efectos adversos de los medicamentos contamos hasta unas 220 muertes. Apunto también el último informe DADO (2007), de detección de accidentes domésticos y de ocio, que otorga un 58 por ciento de los mismos a los ocasionados en el interior del ho- gar, y que a la práctica de deportes de equipo y con pelota la señala como la principal causa de accidente asociada a actividades deportivas. No desvirtuar la realidad ¿Es por lo tanto justa la reacción social ante estas cifras consideradas en su to- talidad? Probablemente no. Pero tam- poco hay que desvirtuar la realidad, y lo cierto es que, si consideramos el nú- mero de muertes en función de las ho- ras de exposición al riesgo, el resultado es muy diferente . Según un estudio del European Transport Safety Council, “ Safer transport in Europe: Tools for decision-ma- king ” (Prof. Murray, 2000), el número de muertes por cada 100 millones de hora de actividad es el siguiente: ▪ Escalada (accidentes en pared): 4.000. ▪ Motociclismo (incluidos los ciclomo- tores): 500. ▪ Depor tes aéreos (ala delta, para- pente): 200. carretera, cinco adultos muertos por di- versas causas, un asesinado, 22 aho- gados y solo 17 practicando activida- des de aventura. Lo que arroja una me- dia aproximada de una víctima al año practicando este tipo de actividades , un total de tres víctimas al año en ex- cursiones extraescolares y un índice de mortalidad de una por cada ocho millo- nes de jornadas/hombre. Asimismo, el número total de víctimas fallecidas en el Reino Unido practicando todo tipo de deportes de aventura, tanto en ac- tividades organizadas como por libre, osciló entre 130 y 180 por año . Sin em- bargo, pensemos por un momento que solo por ahogamiento fallecieron 450, entre ellas cinco niños de edad inferior a cinco años... Teniendo en cuenta estas cifras, y comparándolas con el total de muertes que anualmente se registra en el Reino Unido por obesidad (30.000), suicidio (6.000), accidentes de tráfico (3.500) o en el hogar (4.000), sin olvidar las de- bidas a enfermedades cardiovascula- res, propongo un ejercicio de reflexión y tratar de considerar cuántas de ellas hubieran podido evitarse con el ejerci- cio físico, la práctica de los deportes de aventura y unos hábitos saludables. Se- guramente es otra dimensión que la so- ciedad no contempla, y es que, como dice Marcus Bailie, Head of Inspection de AALA , en su análisis “ Smoke without fire ”, “las actividades de aventura son vis- tas como una parte del problema y no como parte de la solución” . Suscribo to- talmente esta opinión. A mi modo de ver, el contacto con el medio natural y la práctica regular de deportes de aven- tura constituyen un auténtico e insusti- tuible outdoor coaching social. Los datos de las estadísticas naciona- les inciden en la misma línea y confir- man estas tendencias. Del informe del Ministerio de Sanidad sobre las causas de muerte en España en el período de 1981 a 2005, señalo a modo de ejem- plo el número de fallecidos de prome- dio anual por suicidio, que es de 3.500; el de muertos en accidente de tráfico, que ronda los 5.000, de los cuales más de 2.000 son jóvenes de entre 15 y 34 temente desorbitada, y debemos ser conscientes de que en algunos sectores la tolerancia social es escasa. Mientras la sociedad acepta que un individuo rea- lice cualquier actividad al aire libre bajo su propia responsabilidad y, en caso de que se accidente, ‘tolera’ el hecho, esto no es así en el caso de los menores, que nos exigen un mayor deber de protec- ción, o cuando el accidente acaece en un lugar que se considera erróneamente totalmente seguro, como estaciones de esquí o barrancos, por ejemplo. Necesitamos unos sistemas integra- dos que conlleven una implicación to- tal por parte de las administraciones y que se materialicen, entre otras, en medidas específicas de asesoramiento y supervisión. Se trata de un camino que tímidamente acabamos de comen- zar a intentar recorrer en nuestro país, en algunas comunidades autónomas en mayor medida que en otras, pero sin una unificación de criterios adecuada. El futuro exige la concienciación de las administraciones públicas y antes de que se produzca el inevitable y lamen- table “Lyme Bay case hispano”, que obli- gue a prometer y a adoptar, tarde y de- prisa, medidas que desde un principio deberían haberse tomado. Aunque en ninguno de los casos, a mi parecer, deberíamos estar considerando estrictas regulaciones del rango que he- mos anteriormente comentado. Por- que… ¿puede afirmarse tajantemente que nos encontramos ante actividades de “alto riesgo”? Los estudios que se co- nocen en este sentido llegan a la con- clusión de que las actividades al aire li- bre no están exentas de riesgo, que existen otras conductas más arriesga- das pero a las que sin embargo esta- mos más habituados, y que más bien son la influencia de los medios, la per- cepción del público y la tolerancia so- cial las que, condicionadas por múltiples factores, las categorizan como tales. Un estudio llevado a cabo en Reino Unido sobre las excursiones realizadas por los colegios refleja que desde 1985 a 2002 habían fallecido en actividades extraescolares 52 personas, incluyendo 17 fallecidos en los desplazamientos por
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