Seguritecnia 380
62 SEGURITECNIA Noviembre 2011 Opinión la vida del árbol. Si la poda es acer- tada, con los cor tes precisos y cer- teros, su existencia será prolongada; en cambio, la impericia, es probable que cause graves daños. Ramas cor- tadas equivocadamente evitaran que la savia fluya de modo correcto, impi- diendo su función vivificadora. En ese caso, amarilleará, ofrecerá escasa re- sistencia a los elementos atmosféricos, caerá para servir de alimento gratifi- cante al fuego invernal… Como en cualquier oficio, se pre- cisan los mejores profesionales, que estén cualificados para indicarnos lo más conveniente para nuestras ne- cesidades así como capaces de apli- car productos testados, garantizados por el tiempo, los mejores. Sin olvidar a aquellos que dicen que es preferible un profesional mediocre que un afi- cionado adelantado. El olmo del que he hablado jamás dio ninguna pera; eso sí, f lorece, da f rutos . Pero por más cuidado que recibe, se le mima, habla y acaricia, nunca dio peras. Cuando no hay dudas Amigos, solo deciros que llevo más de 30 años en el sector de las Segurida- des, lo que me ha enseñado que no se pueden solicitar servicios a alguien que no está preparado para entender- los, y mucho menos para ofrecerlos. Esto, por lamentable que sea, siempre resulta un alto costo y de mala calidad; como pedirle peras al olmo, una qui- mera, un imposible, sin que suponga ninguna frustración en caso de incum- plirse nuestras aspiraciones o fracasar en nuestra empresa. Disculpad este preámbulo. Mi in- terés es resaltar que, tras la anhelada aprobación de la nueva normativa que regula nuestro sector, corremos el riesgo de acumular a las dudas an- teriores las actuales, pues después de cuanto se ha escrito, de las recomen- daciones recibidas, así como de los dictámenes de los letrados y demás profesionales, quizás demasiados –in- sisto, es mi punto de vista–, tengo la impresión de que los árboles están impidiendo que veamos el bosque. B i enven i da sea l a he rmenéu - tica, pero siendo conscientes de que cuando la norma legal no ofrece du- das o produce confusiones hemos de estar todos a su tenor literal y es- tricto cumplimiento; lúcidos también en cuanto que lo publicado es lo que tiene valor, por encima de los dictá- menes posteriores que se apar ten tanto de la letra como del espíritu de la disposición. Vivimos una época de confusión ge- neralizada, llena de contradicciones, incluso de contraindicaciones; etapa propicia para quienes prefieren una buena duda a un mal axioma. Es en estos tiempos en los que sobran los triunfalismos, en los cuales nuestro sector de las Seguridades, al que tanto quiero y tanto debo, me permito suge- rir (incluso recomendar), ha de defen- derse con uñas y dientes. No cedamos ante las presiones de nadie, demos ca- lidad en los servicios, continuemos con nuestra inestimable aportación al bienestar de la sociedad a la cual he- mos servido siempre y serviremos con total dedicación. Acabemos con la fiebre del más ba- rato todavía. No podemos seguir de- teriorando día a día los beneficios de nuestras empresas. No hemos de ol- vidar que a una compañía sin recur- sos le aguarda el mismo destino que al olmo sin savia. S H e aquí una expresión figu- rada española muy particu- lar, que se utiliza para expli- car que se espera en vano de uno lo que naturalmente no puede prove- nir de su educación, de su carácter o de su conducta. En vano solicitaremos servicios o cosas a alguien incapaci- tado o imposibilitado para ofrecerlos o hacerlas. El olmo, como todos ustedes saben, es un árbol que tiene sus propios fru- tos, pero que en ningún caso son pe- ras, las cuales provienen del peral. ¿Por qué digo esto? Si me lo permiten, les explicaré que en muchos huertos de antaño se alzaba un viejo olmo de grueso tronco, gran follaje y frondosa copa, productor de sombra suficiente y capaz de albergar bajo su espesura, en los días calurosos del verano, a la familia; allí se podía conversar, tomar bebidas refrescantes e incluso era el centro de cualquier reunión. A nadie se le escapa la importancia del olmo. Presidía las principales pla- zas de los pueblos o custodiaba con su imponente presencia las avenidas más amplias. Ha sido capilla, lugar de apa- riciones virginales, majestuosa sombra para los fieles a la entrada de las igle- sias... Bajo su presencia y a su amparo se han celebrado concejos e impartido justicia. Cuando sus ramas se expan- den forman una gran copa que pro- yecta una espléndida oscuridad, um- bría, penumbra... Es entonces cuando la oportuna poda lo salva de los fuer- tes vientos del invierno; con ello se evita que caiga o se arruine la benefi- ciosa sombra del siguiente verano. En el otoño procede podar el olmo, y para ello nada mejor que contar con un profesional experimentado, buen conocedor de su oficio. De él depende Pedir peras al olmo Antonio Ávila Chuliá Presidente de la Asociación española de Empresas de Seguridad (AES)
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MTI4MzQz