Seguritecnia 380

Carta de José Ramón Borredá 9 SEGURITECNIA Noviembre 2011 JOSÉ RAMÓN BORREDÁ PRESIDENTE DE HONOR DE SEGURITECNIA M ientras el mundo se sigue conmocionando con noticias tales como la lamentable pérdida de Steve Jobs, el fundador de Apple, o el linchamiento y muerte de Muamar Gadafi, la gran mayoría de los españoles segui- mos cavilando sobre cómo y por dónde van a ir las cosas después de las elecciones del 20-N, además de preocuparnos cada vez más de esas otras cuestiones que están pasando, y también de las que posiblemente han de pasar, en relación con nuestra percepción de la seguridad. Internacionalmente, el aumento en el ciberespacio de nuevas formas de delito, la aparición en Internet de ciertos listados de personal o el apagón de BlackBerry, con su convulsión por los días perdidos sin servicio y todo lo demás (hasta el presidente del Gobierno sufrió las consecuencias), pueden ser algunos buenos ejemplos. Nacionalmente, tampoco nos faltan casos, pero puestos a citar alguno se lleva la palma el anuncio de la banda terrorista ETA en su comunicado (trampa) del cese de su actividad armada, que algunos no han dudado en calificar como la noticia del año, cosa que en mi opinión no lo es. Puesto a cavilar sobre el comunicado de ETA y sobre la persistencia de los riesgos, como no me creo lo primero (no anuncian su disolución) y estoy convencido de lo segundo (¿dónde están las armas?), por considerar el citado anuncio papel mojado, entiendo que cualquier relajación, por mínima que fuera, respecto a las medidas de prevención y seguridad que hasta ahora se han venido tomando sería un gran error. Y no me refiero solamente al mantenimiento del número de los servicios de escolta, tanto en el sector público como en el privado, sino también a la necesidad de no reducir, y mucho menos suprimir, otros servicios, equipamientos o tecnologías de seguridad, ni en el País Vasco ni en Navarra ni en el resto de España, incluso a pesar de la crisis económica. Cualquier somero análisis de los riesgos en la actual situación y en la que presumiblemente está por venir después del 20-N me induce a pensar que, aun dando por supuestas importantes novedades en todos los ámbitos, los efectos en la nación van a tardar en dejarse sentir y, al menos en el corto plazo, los riesgos no van a disminuir. Que nadie se engañe, ni va a mermar el riesgo terrorista (ni de ETA ni de Al-Qaeda ni de otros) ni el del crimen organizado ni tampoco el de la delincuencia común. Sin embargo, es tiempo de esperanza, de que, fruto de las próximas elecciones, desde la nueva Administración del Estado resultante de las urnas y desde la nueva cúpula del Ministerio del Interior se implementen los medios y se tomen las medidas para conseguir que la derrota de ETA sea total y definitiva, y para que fruto de la necesaria e imprescindible colaboración entre la Seguridad Pública y la Seguridad Privada, la percepción de seguridad que deseamos todos los españoles se haga realidad lo antes posible. S Cualquier relajación respecto a las medidas de prevención y seguridad que hasta ahora se han venido tomando sería un gran error Tiempo de esperanza

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