Seguritecnia 386

24 SEGURITECNIA Mayo 2012 Seguridad en hoSpitaleS fluida, sino incluso habitual, cotidiana y con un apreciable grado de cercanía. Una realidad Es evidente que la Seguridad en nues- tros centros sanitarios se ha hecho pre- sente. Existe, somos conscientes de ello y de su importancia, y ocupa un lu- gar en nuestras estructuras funciona- les. A lo mejor, para algunos, aún infe- rior al que quizá debería tener; pero en cualquier caso está ahí, y con cierta sufi- ciencia. Cabe decir además en este sen- tido, que “hasta” los organismos sanita- rios públicos ya “legislan” este respecto. Como buenas muestras están algunas disposiciones, órdenes, etcétera, emiti- das por comunidades autónomas, in- cluso configurando estructuras y pautas de seguimiento de incidentes, como se ha hecho, por ejemplo, en la Comuni- dad de Madrid. Por supuesto, ya se ha incorporado también al diseño, concepción y desa- rrollo de los centros sanitarios. Hoy sería inconcebible que un plan funcional no contemplara esta faceta y, consecuen- temente, también la arquitectura sa- nitaria, una disciplina muy específica y que cuenta con auténticos especialistas. Debe puntualizarse aquí la evolución en la consideración estructural de la segu- ridad de bienes y personas, mucho más novedosa que la ya tradicional de pro- tección y seguridad anticatastrófica. mito recordar que, por ejemplo, los mé- dicos, al igual que los funcionarios (en la sanidad pública además ambas condi- ciones se confundían), eran en gran me- dida considerados como “autoridad”–. De ahí, de esa autoridad interna difícil- mente cuestionable, se pasaba, o mejor aún, se saltaba, a la autoridad todavía más “imponente” de los Cuerpos de Se- guridad municipales o estatales. Sin embargo, tuvieron que pasar años también para salvar cierta discontinui- dad entre ambos; que la propia necesi- dad, el decurso social, diera coexistencia y hasta continuidad a sus funciones. Por supuesto, hubo hitos apreciables que fomentaron la misma. Cito sólo uno: el cierre de los hospitales penitenciarios. También circunstancias mucho más co- tidianas y ligadas a cambios en usos y costumbres, y que han hecho muy habitual, por ejemplo, la presencia de miembros del Cuerpo Nacional de Poli- cía o la Guardia Civil en nuestras Urgen- cias, en vigilancias en internamientos de presos, etc. Por otra parte, la compleji- dad y volumen que ha adquirido la la- bor policial, la proliferación de actuacio- nes afectables o susceptibles de serlo judicialmente, ha hecho asimismo que la relación administrativa, funcional y aun personal entre los responsables y miembros de la seguridad hospitalaria y los de las Fuerzas y Cuerpos de Segu- ridad del Estado o judiciales no solo sea nicos y, en consecuencia, más preocu- pada por el uso o abuso de los mismos. He vivido la incorporación de nuevas amenazas y, muy singularmente, la te- rrorista tras el 11-S y el 11-M, con la tre- menda desazón que produce saber que un hospital ya no puede considerarse “territorio respetado”. Y por supuesto, algo muy fundamental como es la im- bricación de los problemas y respues- tas de riesgo y seguridad que, parafra- seando lo que decía un inolvidable po- lítico, si eran normales a nivel de calle, consecuentemente tenían que serlo a nivel de centro sanitario. El personal ya no solo no “extraña” la seguridad, sino que la demanda. A ve- ces tanto, que en ocasiones se olvida de que dentro de su formación, como pro- fesional y como persona, no debe ob- viar el correcto manejo de situaciones y conflictos, el adecuado trato perso- nal y conceptos siquiera básicos de au- toprotección. Y los usuarios la contem- plan como algo más, cotidiano y ha- bitual en el paisaje del hospital o del centro de salud. Ha habido incluso que fijar fronteras de actuación. Plantearse, por ejemplo, ¿dónde acaba la ayuda en una conten- ción mecánica? Y eso hablando de las meramente sanitarias. Porque hay otras, singularmente de mantenimiento, infor- mación, etcétera, todavía de límites más difusos. Tanto es así, que si retomamos las funciones a las que hacíamos refe- rencia al principio, casi invertiríamos los términos, y para quien no parecen te- ner ya casi cabida es para aquel perso- nal al que iban destinadas en el primi- tivo estatuto. No quiero dejar de mencionar tam- poco cómo se ha desarrollado la rela- ción con las Fuerzas y Cuerpos de Se- guridad del Estado en este tiempo. O lo que podríamos llamar seguridad in- terna y seguridad “externa”. En aquel ya lejano año 1971, había conceptos muy acentuados sobre “autoridad” y el con- secuente respeto (o temor), que permi- tían que no se cuestionase, o muy tími- damente al menos, una orden, instruc- ción o indicación de un celador. Y no digamos de personal sanitario –me per- Thinkstock/Gettyimages

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