Seguritecnia 399

88 SEGURITECNIA Julio - Agosto 2013 Opinión sobrellevamos como podemos. ¡Su- frir, soportar, padecer, aguantar! De acuerdo, tan solo pedimos a quienes llevan la dirección del país que acierten en sus previsiones y nos revelen hasta cuándo hay que resistir, a fin de evitar que la insufrible espera no arruine más las empresas y liquide la ilusión de los jóvenes empresarios. Entiendo, sabe- mos, que la pobreza poco a poco nos atenaza a todos, el estado del bienes- tar desaparece a pasos agigantados y el desarrollo en España se hace insos- tenible. Desde hace unos cuatro años, tanto empresarios como empleados públi- cos, asalariados, jubilados... padece- mos el golpazo de la recesión eco- nómica, pese a las informaciones que anunciaban signos evidentes de recu- peración. Juntos, la casi totalidad de la ciudadanía y el empresariado, he- mos tenido que reducir sin piedad, de modo drástico, radical, la mayoría de los gastos, comenzando así un ca- mino de frugalidad, sin darnos cuenta del alcance social que supone el re- vés de fortuna. Es significativa en esta regresión la aparición de ciertos sín- tomas de cansancio, desaliento, que van brotando en nuestra sociedad. Acosados por los impuestos, los pa- gos y los impagos; todo se soporta con mansedumbre, silencio de las ma- yorías y la abnegación de los españo- les. Para ciertos empresarios esta si- tuación es como un campo de batalla, entre la razón y la locura, angustiosa conformidad, con los nervios destro- zados; pues como muchos trabaja- dores, también los patronos han te- nido que ceder sus propiedades para saldar sus deudas, aderezado además de serenidad y confianza en su em- presa. Llegados a este punto, precisa- mos que quienes nos gobiernan sean capaces de dirigirnos, administrarnos, encauzarnos, animarnos, creer con to- das sus fuerzas en el futuro inagota- ble, como así lo hiciera antaño el ca- ballero burgalés con sus tropas, pese a conocer el dudoso futuro que le aguardaba en la proscripción. Sólo ce- rrando las puertas detrás de uno se abren ventanas hacia el porvenir. Hace falta ayuda para globalizar e internacionalizar nuestras empresas, ese es sin duda nuestro bisoño pasa- porte. Reclamamos un nuevo terreno de juego: la innovación, coartada que justifica sin duda la actitud, la ambi- ción de nuevos horizontes. No olvi- demos que la globalidad junto a la creación y la difusión tienen sentido si existen emprendedores que la re- corran. España los posee, además a corta distancia, tan solo un apretón de manos. Así sea. S S obre alto pedestal de piedra se encuentra, en el comienzo de la Gran Vía de Ramón y Cajal de Valencia, la estatua del Cid Cam- peador, obra de la escultora nor te- americana Anna Hyat t Hungtinton, viuda del gran hispanista Archer Mil- ton Hungtinton. El caudillo burgalés monta a Babieca, pecho al descubierto bajo el amparo de la cruz. Su antebrazo izquierdo sostiene el escudo protector, mientras su diestra empuña triunfal el grimpolón o divisa de sus mesnadas. Lo observo con atención, mientras brujulean en mi mente las enseñanzas recibidas en mi niñez durante las cla- ses de lectura del Cantar de Mío Cid, saga narrativa de las hazañas heroicas inspiradas libremente en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz el Campeador. Su gente le sigue ciegamente al destierro, sin proferir una sola queja, saben lo que les aguarda; mientras cruza Burgos, las mujeres, niños o varones, con lágrimas en los ojos, se asoman a las ventanas para verle partir. De los labios de todos sale la misma razón: “¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!”. Resulta cuanto menos curioso que, más de ochocientos años después del cantar de gesta anónimo, la dichosa frase se haya ganado por sí sola un puesto de honor entre la ciudadanía si la trasladamos al momento presente y aplicamos con conveniencia. Recor- demos: el Cid Campeador dirige sus huestes que lo siguen, tanto en las vic- torias como en la adversidad del exilio. En nuestra España hace falta un buen “señor”, guía capaz de encauzar con eficacia a los empresarios en esta dura marcha atrás, en esta regresión econó- mica, en este menor crecimiento que Antonio Ávila Chuliá ¡Dios, qué buen vasallo! Los males que no tienen fuerza para acabar la vida, no la han de tener para acabar la paciencia. Miguel de Cervantes En España hace falta un buen “señor” capaz de encauzar eficazmente a los empresarios en esta regresión económica

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