Seguritecnia 402

90 SEGURITECNIA Noviembre 2013 Seguridad en Entidades Financieras A menudo, en la seguridad ban- caria nos miramos mucho al ombligo. Es muy frecuente que la realidad de esta especialidad sea analizada al amparo de su normativa re- guladora o de sus actores principales, y muy poco frecuente que se analice desde un punto de vista genérico de gestión en general o de gestión de ries- gos en particular. La gestión de la calidad supuso un paso adelante importantísimo para las empresas que querían cumplir adecua- damente con su misión de satisfacer las necesidades y las demandas de los clientes. La alineación de todas las fun- ciones o procesos internos con ese pro- pósito finalista ha propiciado en estos años que todos los procesos operativos empresariales se hayan racionalizado y actualizado. Todas las funciones, o los procesos en aquellas empresas que ha- yan optado por la gestión de éstos, han debido optimizarse para la consecución del objetivo estratégico. Sin embargo, en general, observa- mos que las empresas no han dispuesto su estructura interna para la gestión de circunstancias contingentes, la ges- tión de los riesgos de cualquier tipo, lo que alguna vez hemos llamado la ges- tión de “lo que puede ir mal”. No existe en nuestro país cultura de gestión del riesgo empresarial y las explicaciones pueden ser variadas. Creo que la causa principal es la falta de cultura de se- guridad de la Alta Dirección, carencia que se traslada inmediatamente a la or- ganización que no suele disponer de una función interna encargada de la gestión de los riesgos empresariales, o hacerlo porque una norma jurídica le obliga, con lo que ello supone de cum- plimiento formal mínimo. Es muy fre- cuente que esa misma Alta Dirección esté ocupada exclusivamente en “lo que suele ir bien”, la producción, las fi- nanzas, las ventas, los recursos, etc., y muy poco centrada en la gestión de lo contingente, es decir, en lo que “puede ir mal” en la organización. Ello tiene mucho que ver con la per- cepción de los riesgos que tenga el em- presario, la dificultad de cuantificar el retorno de la inversión de la no sinies- tralidad, o simplemente porque implan- tar algunas medidas o transferir a una compañía de seguros algunos riesgos le proporciona una sensación de segu- ridad que no tiene por qué correspon- derse con la seguridad real. En cualquier caso, sabemos que psi- cológicamente resulta mucho más atractivo ocuparse de las actividades ordinarias de la empresa, de las cues- tiones positivas, porque suelen tener retornos también positivos, que traba- jar analizando escenarios de riesgo, de impactos para la actividad, de falta de continuidad de la empresa, etc., todos ellos de pronóstico negativo. Alto riesgo Lo cierto es que la continuidad del ne- gocio puede ponerse en peligro tanto porque no funcionen los procesos pro- ductivos como porque se materialicen riesgos para los activos de la empresa que puedan acabar con ella o resulten generadores de pérdidas importantes. Y esta es la razón por la que ambos de- ben ser adecuadamente gestionados. La escasa gestión de riesgos que se hace ha venido de la mano de lo im- puesto por sucesivas normas legales que obligan a este empresario a gestionar determinados riesgos específicos. Este sería, por ejemplo, el caso de la gestión de los riesgos laborales de los trabajado- res, impuesto por la Ley 31/1995 de Pre- vención de Riesgos Laborales. Mucho más difícil ha sido que los empresarios hayan decidido voluntaria y consciente- mente gestionar determinados riesgos sin que una ley estuviera detrás obligán- doles. No obstante, el temor a determi- nados escenarios de pérdidas o la im- posición de terceras partes con quienes contratan ha sido suficiente, en algunos casos, para que fueran dando respuesta a otras “familias” de riesgo. José Manuel García Diego / Director de Seguridad de la CA de Santander y Cantabria De la seguridad vigilada a la seguridad gestionada

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