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196 SEGURITECNIA Febrero 2016 Opinión C uando en 1988 la entonces CEE decidió incluir la edifica- ción en la creación del Mer- cado Único en Europa, propició un problema reglamentario de máxima complejidad. En los mercados “norma- les” había sido suficiente suprimir los aranceles y estandarizar los productos o procesos, pero en la construcción, además, se debía armonizar la organi- zación de la actividad. También, tenían que unificarse los requisitos funcionales e integrarlos en la organización de proyectar edifi- cios, aplicar materiales, certificar obras y mantenerlas. Esto era cambiar la fi- losofía. Además, se decidió imponer unas condiciones avanzados a los de la época: estabilidad mecánica, resisten- cia al fuego, seguridad de uso, eficien- cia energética, atenuación acústica y sostenibilidad de materiales. Normativa Salvo la estabilidad mecánica, que obligó a unificar los métodos de cál- culo estructural (euro códigos), todo lo demás era nuevo. Ello obligaba a re- dactar en paralelo nuevos reglamen- tos constructivos y nuevas normas es- tándar en Europa para transponerlas a todas las naciones. Nunca sabremos la parte de ambición o de utopía que anidaba en los que tomaron esta in- creíble decisión. La cuestión suponía aprovechar la instauración del mercado único para unificar culturas constructivas, intro- ducir objetivos técnicos más eficaces, remover rutinas ancestrales y armo- nizar todos los sectores subcontra- tistas de la construcción. Todo ello, en plena competencia de las empre- sas y sin detener la actividad. Una lo- cura para administradores y adminis- trados. Para las administraciones nacionales había un problema irresoluble. La ló- gica indica que no se puede regular si previamente no se ha estandarizado. La regulación ordena qué hay que ha- cer, pero no se puede regular si no se sabe cómo hay que hacerlo, que es lo que hace la estandarización. Después de ello, vendrán la competencia, y si es el caso, la privatización. El tiempo ha demostrado que algu- nos de quienes lo decidieron no sa- bían de qué se hablaba. Prueba de ello es que en algunas actividades, como en la ferroviaria, se ha hecho al revés. Hacia el año 2000, la Comisaría de Transportes, determinó lanzar la pri- vatización de las empresas ferroviarias europeas, cuando ni tan siquiera es- taba estandarizado el material ferrovia- rio. Otra locura. Tampoco sabían este principio, quie- nes en el año 2000 ordenaron publi- car las regulaciones constructivas na- cionales antes de que estuviesen aca- badas las normas estándar. Por poner un ejemplo, ¿cómo se puede deci- dir dónde hay que instalar o no unas puertas cortafuego de las que no se conoce la norma de clasificación para poder hacer el informe de evaluación o de extensión? Se tenía que haber previsto que el primer paso, la normalización, sería muy lenta, por lo que debía haberse incentivado. Lejos de ello, se optó por el garantismo, cosa que aún retrasó más el tiempo previsible. Ello cortó de raíz la necesaria adopción normativa de las innovaciones. Un ejemplo del resultado, es que aún no están norma- lizados rociadores que llevan más de 10 años en el mercado. Todo lo anterior sirve para enmarcar el inmenso problema que se planteó al reducido equipo redactor del Código Técnico de la Edificación (CTE) español, con José Luis Posada como coordina- dor, cuando en el año 2000 recibió la orden de publicar una Regulación so- bre Protección Contra Incendios, sin te- ner listas más de la mitad de las nor- mas estándar a aplicar. El CTE se vio obligado a regular y normalizar a la vez. Otro imposible. Pues el milagro se ha producido. Con un equipo humano ridículo com- parado con los otros europeos, sin te- ner idea de cómo evolucionarían las normas estándar en creación, con un mercado acostumbrado a la picaresca y un sector constructivo manifiesta- mente mejorable, se ha salvado lo peor del problema sin detener el mer- cado y con daños menores. Cierto que la Dirección General de la Vivienda ha sabido concertarse con la de los países socios y han creado un sistema de consultas vinculantes que por la calidad y la solvencia de sus eje- cutores españoles ha merecido que el sistema judicial español lo haya adop- tado en la práctica como ley. Naturalmente hay desajustes, erro- res y huecos entre la normalización y la regulación. Qué menos se podía es- perar. Pero el solo hecho de sobrevi- vir sin romper, se debe a un grupo de técnicos, que en España se cuentan con menos dedos de los que hay en la mano y que ante la incomprensión in- terna y externa han hecho lo que de- bían. ¡Muchas gracias! S Santiago Montero / Director del Comité de Ética de TECNIFUEGO-AESPI La regulación de la protección contra incendios en la edificación

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