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100 SEGURITECNIA Abril 2017 Artículo Técnico una táctica racionalmente seleccio- nada cuya principal característica es el ataque sobre soft targets , buscando el mayor número de víctimas indiscrim- inadas con el propósito último de ob- tener una respuesta psicológica de- terminada en la población-objetivo: el miedo extremo o terror, fin último del terrorismo como mecanismo de control social, propaganda y subversión del or- den establecido. En conclusión, los incidentes de ti- rador activo requieren una respuesta sistematizada basada en la neutral- ización del atacante. Sin embargo, los matices que sugieren las categorías pre- sentadas en este análisis plantean la consideración de una serie de matices previos a dicha respuesta sistemática. Estos matices, que apuntan a diferentes formas de motivación y, especialmente, a diferentes modelos de planeamiento de los ataques y de la selección del ob- jetivo tanto en su vertiente física como humana, son clave a la hora de definir mecanismos de prevención basados en la gestión de la información y el desar- rollo de capacidades de respuesta du- rante el incidente de las víctimas poten- ciales, así como su integración con los primeros respondientes en la escena, recordando que son estos dos actores quienes determinan de forma “activa” el resultado del incidente. S Mark Essex o, más recientemente, el tiroteo en el instituto Columbine, son buenos ejemplos de ello. El “lobo solitario” Finalmente, ¿cuá sería la interacción en- tre los anteriores perfiles y la tan mediá- tica figura del “lobo solitario”? En este caso, es la filiación ideológica del sujeto el mecanismo de canalización del resen- timiento que le impulsa al uso de la vio- lencia, sea esta ideología de carácter yi- hadista (Fort Hood, 2009) o no (Anders Breivik, Oslo, 2011). Por tanto, la clave del lobo solitario es la falta de integración fí- sica en una estructura operativa mayor, como una célula terrorista u organiza- ción que le proporcione apoyo opera- tivo o logístico, casos éstos en los podría- mos hablar –dadas las condiciones perti- nentes– sobre tiradores activos, pero no sobre lobos solitarios, como fue el caso, por ejemplo, de los atentados de París en noviembre de 2015. Sea como fuere, si nos referimos a “lo- bos solitarios” actuando como parte de una estructura terrorista a la que se vin- culan por canales ideológicos y con fre- cuencia de autoradicalización, la perpe- tración de incidentes de tirador activo es no solo un mecanismo de respuesta violenta frente a agravios sociales o a la falta de integración o alienación re- specto a la comunidad mayoritaria, sino radores activos, los denominados casos “amok” y los casos de pseudocomando. La categoría de “amok” viene más de la popularización del uso –a nues- tro juicio no siempre acertado– del de- nominado síndrome de Amok. Dicho síndrome presenta un cuadro psicopa- tológico que tiene más que ver con un ataque de histeria como respuesta a situaciones de estrés extremo que pro- piamente con un incidente de tirador activo. Sin embargo, la asociación a este modelo de comportamiento implica un estallido de rabia que se manifiesta en una acción violenta durante un periodo de tiempo de corta duración –en torno a los 15 minutos– y sin planeamiento previo. En este sentido, por tanto, deter- mina la inclusión en la categoría de tira- dor activo: a) el uso de armas de fuego y b) el número de víctimas, excluyendo de nuestro análisis los casos de amok en los que medien ataques con otro tipo de ar- mas como armas blancas o vehículos (at- ropellamientos). La figura del pseudocomando, sigui- endo a James Knoll, se caracteriza por una personalidad narcisista y movida por la venganza contra un colectivo so- cial (desde la sociedad en su conjunto a un sector de la misma) por la que el perpetrador se considera agraviado, sea en forma de una infancia marcada por abusos, acoso escolar o, simplemente, debido a una una personalidad solitaria que, debido a su tendencia narcisista, interioriza situaciones como un acto hostil sobre el que construir la percep- ción del agravio y la venganza. Este per- fil presenta una visión vital militarizada y jerarquizada, donde da legitimidad al uso de la violencia, canalizando así la escalada de su resentimiento hasta su plasmación física en forma de ataque armado. La misma militarización del su- jeto conlleva un alto grado de prepa- ración de los ataques, sin que prevean un plan de escape. La consecuencia es que estos incidentes se plantean en términos semejantes a una misión sui- cida, en la que la muerte del perpetra- dor es a la vez un mensaje de empod- eramiento frente a la comunidad-ob- jetivo. Casos como Charles Whitman,

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