Seguritecnia 502

/ Julio-Agosto 2023 92 Inteligencia y Seguridad Q uizás no sea del todo adecuado empezar la casa por el tejado, pero algo tan hermoso como “pensar” abre el mundo a la propia vo- luntad y, si no se altera sobremanera el curso de los hechos, puedo arriesgarme con el permiso de quienes lean estas reflexiones. Hablo al principio del final, que es el impacto que me ha causado el tema desde que llegó a mis ojos el trata- do de Sartre sobre lo que somos: cómo nos personifica (nos hace reconocernos como personas) la mirada del otro. ¿De qué estamos hablando? Podemos conocer la realidad de las ideas o los objetos reales próximos que, como sujetos cognoscentes que quere- mos ser, llegan a nuestros sentidos, y ser entonces platónicos o aristotélicos. O podemos no conocer, como nos dice Pirrón, o conocer reflejos pero no el noumeno (la cosa en sí), como asegu- ra Kant, o vivir la angustia o, lo que es peor, que la angustia sea la vida, como cuentan Hobbes, Schopenhauer, Nietzs- che y Sartre. Pero ya no se trata de que el ser cognoscente, que existe, pueda o no conocer al objeto susceptible de ser conocido si es que éste a su vez existe; el gran drama es que aquel, el “ser”, se ha convertido en otro objeto más, y en- tonces llega la gran deshumanización, y conocer se convierte en un juego de intercambio entre objetos. No es la posibilidad de que el “ser” conozca (o no) al “no ser”. No es que el “no ser” influya en el “ser”. Se trata de que el origen y la causa se han ma- terializado en objetos. Y hemos sido los seres humanos los artífices de esta gran deshumanización. Todo queda justifica- do por el fenómeno de la cosificación. ¿Cobra nuevo sentido la famosa senten- cia de Protágoras de que el hombre es la medida de todas las cosas, como base al relativismo? ¿Todo es entonces como lo etiquetamos, incluidos “los otros”? Como defendían los pitagóricos, las co- sas a nuestro alrededor son medibles. Si Descartes dijo que “el fin justifica los medios”, Festinger lo formula esta- bleciendo que las decisiones que resuel- ven nuestras dudas (o disonancias como el las llama) consisten en reformular in- cluso el contexto para que concuerden con nuestros paradigmas, que a su vez pertenecen a nuestro marco personal. Y así todas las piezas del puzle se van asociando en una gran sinergia. Cualquiera de vosotros no tiene la vio- lencia como instrumento de venganza, hasta que, quizás, tiene la oportunidad de verse cara a cara con el asesino de su hijo. Terrible. Pero lo real, o lo plausible, es que hay ocasiones en que se muestra la cara de un alma que no se reconoce, porque de su fuente jamás emanaría un agua oscura. Para que no ocurra, tene- mos conciencia y valores que la gobier- nan. Pero todos nosotros cosificamos más veces de lo que pensamos y a más gente de lo que necesitaríamos. Seamos ortodoxos y clarifiquemos que no todo está perdido porque, como dijo Pirrón, para qué discutir si “a una razón se le opone otra razón semejante”. Quie- ro decir: no todo el mundo piensa igual, lo cual –afortunadamente– se aplica al asunto que nos ocupa. Consensuar los términos Cosificación: consiste en tratar al otro como una cosa, deshumanizándole al quitarle la atribución de ser humano. Para Sartre, es imposible escapar del hecho de cosificar al otro: el hom- bre está condenado a ser libre, pues aparece en la existencia sin una guía, dios, ni ninguna otra cosa o ser que marque el camino, y los objetos e inconvenientes que encuentra en su vida le fuerzan a decidir sin remedio. Pero estas decisiones son, o deben ser, para que adquieran sentido para el que las vive (el “yo”), reconocidas por el otro (los demás); al verles a ellos, nos reconocemos en nosotros mismos, y ellos a su vez se reconocen en “mi yo”. Tal intercambio causa la “angustia”, pues el final es descon- La cosificación de la fuente: ¿una estrategia inconsciente del operador HUMINT? J osé M anuel G arcía -R odrigo V ivanco

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