Seguritecnia 512

/ Marzo-Abril 2025 24 A vista de V ivimos en un mundo en el que la incertidumbre y la ambigüedad se alían con la volatilidad y la compleji- dad para crear un caldo de cultivo que fa- vorece la proliferación de riesgos de todo tipo. En este entorno se hace necesario que los países promuevan entre sus ciu- dadanos una cultura de seguridad, que, necesariamente, debe alcanzar también a la defensa, porque ambos espacios tie- nen amplias zonas de coincidencia. La seguridad suele referirse a la pro- tección de los individuos, comunidades y propiedades dentro de un país, abarcan- do temas como la prevención del delito, la seguridad ciudadana y la protección civil. La defensa, por su parte, se enfo- ca más a la protección contra amenazas externas, como ataques militares, y suele ser tarea de las Fuerzas Armadas. No obstante, en las guerras híbri- das –tan frecuentes en la actualidad–, seguridad y defensa se entrelazan pro- fundamente debido a la naturaleza multifacética de las amenazas. En este tipo de conflictos, se combinan tácticas militares tradicionales con estrategias no convencionales, como ciberataques, desinformación y el uso de actores no estatales. Esto significa que las ame- nazas pueden surgir tanto dentro como fuera de las fronteras de un país, lo que obliga a integrar la seguridad interna y la defensa nacional en una estrategia unificada. Por citar un ejemplo, los ciberataques pueden comprometer infraestructuras críticas, afectando tanto la seguridad ciudadana como la capacidad de defen- sa de un país. Además, las campañas de desinformación pueden polarizar so- ciedades y debilitar la cohesión interna, lo que tiene implicaciones tanto para la seguridad como para la defensa. En definitiva, las guerras híbridas tie- nen un profundo impacto en las socieda- des, ya que afectan tanto a su cohesión interna como a la percepción de seguri- dad de las personas. Como consecuen- cia, las naciones se ven abocadas a una creciente polarización social y a un pro- gresivo sentimiento de inseguridad y mie- do, hasta el punto de que la población pierde la confianza en sus instituciones. Otros efectos, no menos importantes, son el aumento del gasto en defensa y seguridad (con la consiguiente reduc- ción en otros capítulos) y la inestabilidad en los mercados que genera un fuerte impacto en el comercio internacional. Riesgos inmediatos Sin embargo, al margen de estos efec- tos más difusos o dilatados en el tiempo, hemos de poner el foco en los riesgos in- mediatos para nuestro sistema produc- tivo. Las empresas, estratégicas para la defensa o no, proveen todo lo necesario para el mantenimiento y mejora de la ac- tividad social, y en el caso de las entida- des críticas, los ciberataques y sabotajes pueden interrumpir servicios esenciales como la energía, el transporte o las te- lecomunicaciones, generando daños y pérdidas económicas considerables. Como ejemplo de estos ataques a em- presas, podemos citar algunos casos: el ciberataque a SolarWinds en 2020, atribuido a actores estatales rusos, com- prometió la cadena de suministro de software, afectando a múltiples agen- cias gubernamentales y empresas es- tratégicas en Estados Unidos. Entre 2015 y 2022, durante el conflicto entre Rusia y Ucrania, se llevaron a cabo múltiples ataques híbridos sobre intereses ucra- nianos, incluyendo el apagón masivo de 2015 causado por un ataque a la red eléctrica. En 2010, el famoso malware Stuxnet, desarrollado supuestamente por Estados Unidos e Israel, se diseñó para sabotear las centrifugadoras nu- cleares de Irán, demostrando cómo los ciberataques pueden tener impactos fí- sicos directos. Estos ataques no solo se dirigen di- rectamente contra los sistemas de las empresas; en ocasiones se perpetran a través de su cadena de suministro. Es el caso de Bank of America cuando, en 2024, un fallo de seguridad en un proveedor de software financiero expu- Seguridad y Defensa C ésar Á lvarez C oordinador de P royectos de la F undación B orredá

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