Joaquín del Toro Jiménez
*Joaquín del Toro Jiménez Gerente de Seguridad Física Sareb
PABLO BLANCO
Pablo Blanco Íñigo Gerente IT GRC Sareb

Vigilancia global, la justificación del monstruo

¿Cómo podemos cumplir con la ética generando inteligencia comercial?

vigilancia global

Podemos empezar diciendo que “estar conectados” no deja de ser la barbarie de la vigilancia global que estamos sufriendo los ciudadanos gracias a los entramados de las grandes empresas que dominan Internet, junto con la impunidad en el incumplimiento de la legislación vigente en muchos casos.

La inteligencia utiliza como core la vigilancia global. Dicha vigilancia es la herramienta de las grandes empresas y gobiernos, que utilizan la información depositada en Internet por los usuarios para obtener datos de relevancia tras aplicar procesos de inteligencia y prospectiva. La diferencia existente con la inteligencia tradicional es que todos estamos vigilados, en gran medida, de una manera voluntaria (¿no aceptamos cientos de cláusulas abusivas para poder seguir conectados?). Gracias a la convergencia entre la informática y las telecomunicaciones, nos hemos equipado con diferentes sistemas que hacen un uso habitual de Internet en gran medida innecesario en relación con su objetivo, argumentando que su finalidad es “facilitarnos la vida”. De esta manera, la información que generamos sirve como materia prima para realizar una continua monitorización que se empleará, entre otros, dentro del ámbito comercial para dar respuesta a ciertas campañas o, desde el plano legal, para realizar un seguimiento de conductas delictivas.

La información es tan antigua como la vida misma, pero para el hombre los canales y la capacidad de cómputo han cambiado tanto que es imposible tenerla controlada. La digitalización de nuestros hábitos gracias a complejos algoritmos genera patrones de comportamiento. La acumulación de plataformas de mensajería instantánea gratuitas, la navegación por páginas web, el uso de redes sociales, buscadores de información de interés, reproductores de música y vídeo, tiendas online, wearables, etc., son solo una base para proporcionar multitud de información a las compañías, que adaptan su estrategia comercial a las tendencias, usos y necesidades más frecuentes observando a las masas o, incluso, categorizando a colectivos concretos. Este tratamiento de la información para la toma de decisiones de diferente ámbito es lo que se considera inteligencia, pero hay que preguntarse por la ética de estas prácticas, así como por el uso indiscriminado para fines corporativos.

Control absoluto

Si nos remontamos al pasado, podríamos decir que era imposible poder vigilar a un gran número de personas de manera simultánea, pudiendo solo hacer un seguimiento de las calles, instalaciones, carreteras, etc. Como consecuencia, se podía observar detalladamente a los usuarios de las infraestructuras, siempre que hicieran uso de ellas. Actualmente, con independencia de dónde se encuentre la persona, no solo se puede comprobar dónde ha estado o qué ha hecho o dicho, sino que además se pueden realizar análisis prospectivos de sus hábitos con la potencial comercialización que eso supone.

Como complemento de la vigilancia global, cualquier ciudadano, a medida que utiliza ciertos sistemas de información, genera un valor cognitivo para las organizaciones, entendiéndolo como la información necesaria para el estudio de los procesos internos de la mente: cómo piensa, cómo percibe el entorno y a otras personas, cómo se comunica y cómo recuerda y aprende.

vigilancia global

A escala gubernamental, ya Edward Snowden (antiguo empleado de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos), en los documentos publicados en 2013 por los periódicos The Guardian y Washington Post, revelaba estas prácticas de vigilancia para recoger, almacenar y analizar en secreto millones de comunicaciones privadas de personas de todo el mundo y, por consiguiente, de sus hábitos y perfiles. Este hecho ponía de manifiesto un notorio incumplimiento del artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la Ley contra las injerencias o ataques”.

No obstante, esta vigilancia global, en el ámbito de la Seguridad Nacional, es considerada por algunos países como algo normal, y así lo plasman en sus leyes varios de ellos dando “carta blanca” a estas prácticas de recolección de información masiva. Por ejemplo, en el caso de Francia, se permite interceptar masivamente comunicaciones y retener información durante largos períodos de tiempo, habiéndose eliminado la autorización judicial previa. Otros países como China o Rusia incumplen esta Declaración Universal con total libertad.

Poner fin al monstruo

Sin duda, esta vigilancia global está en un estado inicial, pero no debemos olvidar que la información se multiplica de manera exponencial y que es imposible por parte del usuario controlar o retener ningún tipo de información, ya que se aislaría del sistema impuesto. En los próximos años, la suma de la vigilancia global y el análisis cognitivo apuntan a tener un gran potencial de desarrollo a través de nuevas técnicas de aprendizaje automatizadas, la disponibilidad técnica de manejar grandes volúmenes de datos y el avance de la computación. Todo ello contribuirá al crecimiento del monstruo, hasta llegar a un momento en que no habrá marcha atrás; estaremos demasiado controlados para reaccionar y querer salirnos del circuito y, en ese momento, nos volveremos a preguntar: ¿dónde se encuentra la ética?

Debe ponerse fin a toda vigilancia global bajo cualquier pretexto comercial, estableciendo marcos de limitación al uso ilícito de nuestros datos, rastros e informaciones personales que las grandes compañías manejan, y caminar hacia senderos de mayor respeto hacia la intimidad de las personas.

Por el momento, para conseguir estar fuera de la vigilancia global, se pueden seguir unas pautas que nos ayuden a alcanzar el anonimato; por ello, siempre debemos tener en cuenta, entre otras prácticas, el cifrado de las comunicaciones (mensajería instantánea, correos electrónicos y llamadas telefónicas), la utilización de protocolos seguros, de motores de búsqueda y de navegación bajo anonimato y privacidad mediante TOR. En definitiva, eso o salirse del avance tecnológico.