Jon Michelena
Jon Michelena Muguerza Director general Cepreven

Continuar la actividad sin descuidar la prevención

Prevención. Incendios.

Nos ha tocado vivir una situación que considerábamos propia de otras épocas, o al menos, en nuestra soberbia de occidentales avanzados, de otras latitudes. Pero día a día, vimos cómo aquello que estaba pasando en la lejana China, confinamientos, hospitales exprés, contagios y muertes, se iba acercando sin por ello preocuparnos demasiado. “Eso no puede pasar en Europa”. Pero pasó: llegó, explotó y nos pilló a todos con la guardia bajada. Nos vimos obligados a crear hospitales exprés, a confinarnos, llegaron los contagios y las muertes, el desconcierto, el miedo y la incertidumbre. Y lo peor de todo, todavía no se ha ido.

Ahora vivimos en la “nueva normalidad” expresión que alguien inventó, supongo que con buenas intenciones, para convencernos de que tampoco es tan grave. Yo soy más partidario de una “nueva realidad”, porque es lo que nos toca vivir y nadie puede cuestionar que lo que ocurre es real. Es real, pero no es normal. No es normal vivir con mascarilla, no es normal no poder abrazar a los amigos, no es normal el miedo en los ojos de la gente con la que te cruzas por la calle, en un portal o a la puerta de un ascensor. No es normal, pero es lo que hay, y dentro de esta nueva vida que sobrellevamos a regañadientes, debemos continuar con nuestras actividades, debemos reactivar la economía, sin dejar atrás la prevención.

No debería ser muy difícil hacer prevención en estos momentos en los que toda la sociedad ha sentido en sus carnes los efectos de la falta de la misma. Es lo que indica el sentido común. “Ahora que sabes lo que pasa, haz algo para que no te vuelva a pasar”, pero ya sabemos que el sentido común no es el más común de los sentidos. Seguimos pensando que, como los incendios o los accidentes, son cosas que pasan a los demás y bajamos la guardia hasta límites insospechados, como si aquí no hubiese pasado nada, o para ser más precisos, como si aquí no estuviese pasando nada. A veces resulta duro trabajar en prevención. Es muy difícil valorar aquello que no existe, y eso es lo que ansiamos todos los prevencionistas, que no ocurran incendios, que no sucedan accidentes, que no se transmitan enfermedades.

Cuando se sufre algún percance, su comunicación es inmediata, y el alcance de ésta será proporcional a la magnitud de la catástrofe. Un pequeño accidente laboral será la comidilla entre los trabajadores y familiares, un gran incendio formará parte de las portadas de todos los medios informativos de la zona en la que acaece y será reflejado en prensa y noticieros de todo el mundo. Sin embargo, nunca será noticia un incendio que no ocurre o un conato controlado eficazmente en las primeras fases de su desarrollo, o un trabajador que sale a su hora de la fábrica sin que haya perdido un brazo. Solo nos quedan las estadísticas para valorar los resultados de nuestro trabajo.

Es muy difícil valorar aquello que no existe, y eso es lo que ansiamos todos los prevencionistas, que no ocurran incendios

Pero las estadísticas son muy frías y están muy alejadas de la sociedad. Sabremos que en determinado plazo de tiempo habrán muerto, por ejemplo, 20 personas en relación con otro periodo de comparación; pero pretender que hemos evitado 20 muertes gracias a las acciones preventivas tomadas es, a todas luces, un exceso de optimismo. Existen muchos factores que influyen en la ecuación, además de la prevención y la concienciación, que por lo general salen a la palestra cuando los resultados estadísticos son malos. Aun así, es la única métrica que puede reflejar la efectividad de nuestro trabajo, además del efímero pensamiento de “menos mal que llevaba casco”, que se genera momentáneamente en el cerebro cuando un ladrillo impacta en el casco de un trabajador.

Medidas de prevención contra incendios.

Hacer prevención

En este contexto de nueva realidad normalizada, tenemos que seguir haciendo prevención. Las consecuencias directas del COVID-19 para la actividad económica han sido muy duras, pero puede que lo peor esté por llegar. La recesión a la que nos ha llevado y la incertidumbre sobre la duración de la pandemia y de sus posibles rebrotes en un futuro están haciendo mella en la planificación de nuevas inversiones en las empresas. En tiempos de dificultad prima la producción, y no son muchas las empresas que ven productividad en las medidas de prevención contra incendios, sean instalaciones o sean acciones de formación y concienciación tendentes a fortalecer las actitudes preventivas.

Es cierto que la inversión en maquinaria de última generación para determinado proceso mejora sustancialmente y de inmediato la productividad de una línea de trabajo. Todas las máquinas modernas incluyen elementos de protección para los riesgos que generan a sus usuarios y, por lo general, el sobrecoste generado por estas medidas es bien aceptado por el comprador. Las instalaciones de protección contra incendios, aunque no vayan incorporadas en la máquina, cumplen la misma función de proteger a los usuarios, además de proteger a la maquinaria y el propio edificio que la contiene. Entonces, ¿por qué en demasiadas ocasiones se ve como un gasto y no como una inversión? ¿Dónde está la productividad de una factoría incendiada?

A lo largo de mi carrera profesional he visto estudios que justificaban la no existencia de medidas de seguridad contra incendios retorciendo la legislación hasta extremos insospechados, llegando en muchas ocasiones a trampas reglamentarias sin pudor alguno. En la mayoría de las ocasiones, tras manifestar el error cometido, he escuchado expresiones del tipo: “si pongo todo eso el negocio ya no es rentable”. Es la realidad con la que convivimos, pero, si la rentabilidad de nuestro negocio depende de si ponemos o no sistemas de protección contra incendios, deberíamos replantearnos el modelo de negocio desde el principio.

Espero que esta crisis sea distinta a la anterior, aunque la situación de partida no es buena. En los próximos días sabremos qué pasará con los prometidos fondos europeos. Sean como sean, serán bienvenidos, asumiremos el déficit que no cubran y, antes o después, los liquidaremos. Vienen tiempos difíciles, pero con una actitud positiva y arrimando el hombro entre todos conseguiremos reducir su duración e iniciar la senda del crecimiento.

Supongo y deseo que cuando esté leyendo estas líneas el escenario haya mejorado, hayamos recuperado esa confianza necesaria para, más pronto que tarde, superar esta situación, que hace un año hubiésemos tildado de ciencia ficción.