Carlos Chicharro.
Carlos A. Chicharro Director del Área de Protección Activa Tecnifuego

Objetivos y retos para la protección activa contra incendios

Protección activa contra incendios.

El objetivo final de nuestra actividad, sin lugar a duda, es proteger personas e inmuebles. El desarrollo de todos los sistemas y tecnologías de protección activa contra incendios tiene ese cometido, y por tanto ese fin. ¿Pero esto podemos asegurarlo? Es decir, ¿los sistemas de protección activa contra incendios cumplen su cometido realmente? ¿Perciben los usuarios su utilidad y eficacia? ¿Hacemos un buen uso, efectivo y adecuado de los mismos?

El desarrollo tecnológico y normativo de la protección activa contra incendios en las últimas décadas nos ha llevado a impulsar con una mayor exigencia la necesidad de prescribir y regular estos sistemas, si bien nos hemos ocupado menos de dar respuesta a las anteriores preguntas.

Las inversiones que se realizan en seguridad contra incendios no son a menudo vistas como tales por las empresas, sino más bien como una obligación o un gasto que es preciso optimizar. Muchas veces esto desemboca en que se tienda a “cumplir lo mínimo para estar dentro de la ley”.

Una de las claves para dar valor a estas inversiones es conseguir que se entienda su importancia. Y para ello es preciso que se perciba por parte de los usuarios su utilidad y eficacia, que les genere la confianza que merecen.

Percepción

En este punto, nuestra primera reflexión sería el preguntarnos: ¿qué percepción tienen los usuarios de los sistemas de protección activa respecto a su utilidad y eficacia? ¿Confían en ellos? Algunos ejemplos “críticos pero reales” que pueden representar esta percepción son:

  • “La central de incendios no funciona bien porque siempre pita, y nunca averiguamos el motivo. Además, como tampoco estamos cerca, a veces ni oímos el pitido, por eso lo hemos anulado”.
  • “Hicimos una importante inversión en un sistema de detección de última tecnología, pero lo tenemos anulado porque daba muchas alarmas”.
  • “Como se disparó varias veces el sistema de extinción, no nos enterábamos cuando ocurría, y además nos generó un problema en uno de los servidores de nuestro CPD; decidimos anular su funcionamiento automático. No confiamos en este sistema”.
  • “Al hacer el último simulacro de emergencia no se liberaron las puertas de emergencia y se rompieron algunos conductos y compuertas de la climatización, porque la máquina de aire no se paró… El departamento de Prevención generó una no conformidad grave. Desde antes que se instalara el nuevo sistema de detección y alarma no habíamos realizado esta prueba, y creíamos que estas actuaciones funcionaban correctamente”.

Protección activa contra incendios.

Igualmente, en este análisis de percepciones es fundamental distinguir entre los sistemas de protección activa que sirven para proteger a los usuarios y los que sirven para proteger inmuebles o bienes. Es decir, el usuario en general percibe la protección contra incendios a través de un sistema de detección y alarma o de un extintor manual mucho antes que a través de un sistema de extinción automático mediante un agente gaseoso, por ejemplo. El motivo es que los primeros son con los que más frecuencia interactúa o atiende y, por tanto, los que habitualmente más conoce o “sufre”, según se analice.

Mejora de la confianza

¿Como podríamos cambiar estas percepciones y mejorar la confianza de los usuarios? La respuesta es sencilla: asegurándonos de que la protección activa cumpla su finalidad y el usuario confíe en los sistemas. Para ello hemos de garantizar que desde el diseño hasta la intervención, pasando por la instalación y el mantenimiento, se realice con criterio y con una visión de conjunto. Es decir, asegurarnos, por ejemplo, de no solo garantizar la actuación propia del sistema que instalemos, sino también de que el resto de actuaciones y maniobras que se derivan de este a otros sistemas quedan también identificadas. Así se asegurará que la protección activa sea eficaz y, por tanto, que el usuario lo identifique como tal.

Las inversiones que se realizan en seguridad contra incendios no son a menudo vistas como tales por las empresas

Es evidente que nuestra responsabilidad no puede ni debe asumir aquellas que no nos competen. Pero también es evidente que nuestro trabajo no tendrá sentido si el sistema no cumple finalmente su cometido y el usuario no confía en él.

¿Y qué pasos debemos dar para reconducir esta situación? Lo primero de todo, otorgar el valor que merece a nuestro trabajo y la importancia que se requiere a nuestra profesión. Debemos ser exigentes con nosotros mismos y con lo que hacemos no solo cumpliendo una prescripción o una normativa al diseñar, instalar o mantener los sistemas, sino también estar convencidos y convencer al usuario de que lo que hemos diseñado, instalado o mantenemos cumple realmente su cometido.

El presente, que ya no el futuro, nos hace cada vez más exigentes en la información y la comunicación. Queremos una explicación, un análisis e incluso un informe de forma inmediata; y si no lo tenemos, dejamos de confiar o buscamos una alternativa para obtenerlo. Nuestra actividad y nuestros sistemas deben ser capaces de tender a esto con urgencia. Si no somos capaces de atender a lo que la sociedad nos demanda, nuestros sistemas dejarán de ser entendidos y serán cada vez menos valorados.

Tenemos mucho trabajo por delante, y también la suerte de ejercer una profesión de gran utilidad y responsabilidad social. Todo nuestro esfuerzo debe encaminarse a conseguir, por tanto, estos retos y objetivos.