En el contexto actual de evolución legislativa en materia de seguridad y derechos laborales, las Fuerzas Armadas españolas han intensificado su demanda para que se reconozca oficialmente la carrera militar como una profesión de riesgo. Esta reivindicación, liderada por la Asociación de Tropa y Marinería Española (ATME), ha cobrado fuerza tras la publicación del Real Decreto 402/2025, que regula diversos aspectos del personal al servicio de la Administración, pero deja fuera una mención expresa a la singularidad del riesgo que asumen los militares en el desempeño de su profesión.
Militares reclaman el reconocimiento de su labor como profesión de riesgo
La petición no es nueva, pero ha encontrado un nuevo respaldo institucional: el pasado 26 de febrero de 2025, el Congreso aprobó una proposición no de ley que insta al Ejecutivo a estudiar y reconocer formalmente la profesión militar como de riesgo. Esta propuesta, aunque sin efectos jurídicos inmediatos, ha sido interpretada por ATME como un paso significativo hacia una mayor justicia y equidad para los profesionales de la defensa.
La solicitud se fundamenta en la naturaleza misma del trabajo militar: misiones en el exterior, ejercicios con armamento real, exposición constante a condiciones extremas y, en muchos casos, a entornos hostiles o de inestabilidad. A esto se suman las limitaciones de derechos que afectan a los militares en comparación con otros funcionarios, como la restricción del derecho a huelga o a sindicación plena.
Reconocer esta condición implicaría no solo mejoras en la jubilación anticipada, sino también en las coberturas por incapacidad, riesgos laborales y condiciones salariales. Para ATME, esta medida no responde a privilegios, sino a una necesidad de adecuación normativa que reconozca objetivamente el nivel de exposición al peligro que conlleva su servicio. Desde una perspectiva de seguridad nacional, dotar al personal militar de un marco más justo también fortalece el compromiso institucional y operativo de nuestras Fuerzas Armadas, que siguen siendo una pieza clave en la estabilidad del país.
Nuevo protagonismo de las Fuerzas Armadas
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Europa adoptó un nuevo modelo de fuerzas armadas: más reducidas en número, pero altamente profesionalizadas y mejor preparadas, en un contexto donde la posibilidad de una gran guerra parecía lejana. Sin embargo, más de treinta años después del fin de la Guerra Fría, este paradigma comienza a transformarse, reapareciendo el temor a un conflicto mundial que en general se daba ya por solventado.
Los conflictos entre Rusia y Ucrania, por un lado, e Israel y Gaza, por otro, se desarrollan en un escenario internacional crecientemente polarizado, que fuerza a los gobiernos a posicionarse. En este nuevo contexto, la reintroducción del servicio militar obligatorio —popularmente conocido en España como “la mili”— vuelve a estar sobre la mesa. Con unos presupuestos europeos moderados, que dificultan sostener ejércitos profesionales al estilo tradicional, el reclutamiento aparece como una alternativa para hacer frente a las crecientes carencias defensivas.
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