José Ramón Ferrandis, analista.
José Ramón Ferrandis Muñoz Analista Analista

Mucho se habla de aranceles

Aranceles compensatorios

En las últimas semanas, desde que el presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump, planteara el establecimiento de  aranceles compensatorios para equilibrar la presión ejercida contra las exportaciones norteamericanas a prácticamente todos los países relevantes, no se habla de otra cosa. Incluso quienes no habían oído mencionar siquiera el término «arancel» se vieron compelidos a tratar del asunto, cosa harto arriesgada.

Y es que no se trata de algo sencillo, a pesar de su apariencia de mero impuesto en frontera, generalmente para bienes importados. Veamos por qué.

Lo dicho, un arancel es un gravamen, competencia de los Estados o de las Uniones Aduaneras a las que los Estados han traspasado ese poder. Es, por ejemplo, el caso de España, quien no puede decir nada al respecto porque delegó en el Mercado Común Europeo y es la heredera de este, la Unión Europea, la titular de ese derecho impositivo.

Es perfectamente factible discriminar entre países de origen de las mercancías que van a soportar los impuestos y entre distintos productos, pues todos ellos se hallan identificados por códigos numéricos probados y eficaces. Hecho eso, los productos importados empiezan a devengar a favor del Tesoro Público.

Bueno, eso si el precio CIF más el arancel ad valorem compensa su importación. ¡Ah!, ¿qué no les suena eso de CIF o ad valorem? No pasa nada, para contárselo estoy aquí.

En términos generales (hay otros más específicos, pero no podemos liarnos con los detalles), los precios de una mercancía cualquiera son o bien FOB, o bien CIF. FOB significa Free On Board, es decir, puesto a bordo del vehículo que lo va a transportar, sea camión, avión, tren o barco. Así pues, en el precio de venta del bien no se incluye ni el precio del flete ni el del seguro. Estos sí están incluidos en la otra variante, CIF, que obedece a Cost, Insurance and Freight, o sea, coste del bien más seguro que cubre el riesgo más, finalmente, flete, es decir, el coste del transporte. Tanto FOB como CIF son Incoterms.

¿Por qué se cargan aranceles?

Al hablar de precio final, estamos refiriéndonos a los efectos de los aranceles. Vaya por delante que, por definición, cualquier impuesto distorsiona los precios relativos y hace más ineficiente el funcionamiento de una economía, así, en abstracto y en general. Los aranceles, como cualquier impuesto, solo son cien por ciento aceptables para el que los cobra, que es el Estado. Entonces, ¿por qué se cargan aranceles a las mercancías importadas? Hay varias razones. Unas son económico-comerciales y otras, de orden diferente.

Las primeras buscan proteger las producciones interiores o domésticas de importaciones dañinas para estas. ¿Y por qué son dañinas? Porque entran en un país a precios más bajos que las producciones interiores, desplazándolas del mercado y reduciendo sus ventas. Ya, pero, ¿son de la misma calidad? Esa es otra historia, pero usted, lector, ya ha visto la razón principal para que se impongan aranceles a la competencia exterior.

¿Por qué la administración Trump inicia este camino de elevación de aranceles? Bien, para los Estados Unidos hay dos objetivos

Así que muchos gobiernos han puesto aranceles a las importaciones para que la producción interior, el empleo, la renta disponible y la estructura social resulten beneficiadas, o al menos, no desfavorecidas. ¿Sí? No. No es tan unidimensional. Si lo que se encarece con aranceles son productos intermedios necesarios para producir otros finales que se vendan dentro o fuera, lo que se generará son mayores costes, es decir, mayores precios finales. En el interior, la cosa generará inflación y en el exterior, reducción de las exportaciones, porque los productos finales serán más caros y, por tanto, menos competitivos. Así que deberíamos ir con tiento a la hora de imponer aranceles, que los carga el diablo.

La segunda razón (en el caso que nos ocupa hoy día) para cargar (o amenazar con cargar) aranceles es obtener contrapartidas no económicas. Lo suyo es que esta segunda razón la utilice un país poderoso, con capacidad de imponer decisiones de todo orden, porque si lo hace uno sin poder, ni económico, ni comercial, ni financiero, ni militar, lo más que logrará es que no le tomen en serio. Es el caso de algunos anuncios de la Administración Trump con países vecinos o próximos.

Bien. Hemos avanzado, pero ahora queda por analizar la reacción de los países a los que se anuncia que se va a imponer aranceles a sus exportaciones. Esto ha tenido, históricamente, efectos graves de reducción de actividad económica, de caída de renta disponible, de captación de fondos públicos y de malestar social y político, que en el caso de la Smoot-Hawley Act de 1930 contribuyó notablemente a mantener viva la Gran Depresión de 1929 que sedicentemente venía a resolver.

Aranceles Estados Unidos

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